3 de octubre de 2007

100 para abajo.

100 metros más abajo la gente se agrupaba para ver el extraño acontecimiento. Pensaron que era una función gratuita de algún circo ambulante tal vez proveniente de África o Asia, sin duda aquello no se veía todos los días.
Como de costumbre, al poco rato llegaron los medios con sus cámaras a registrar lo que allí arriba sucedía. Estaban todos por completo, reporteros con las insignias de todos los canales de televisión, radio y periódicos, hasta algunos representando radios piratas de ciertos barrios cercanos.
Cuando vieron que la cosa daba para largo empezaron a llamar a más gente. Los que allí estaban fueron a buscar a sus hijos chicos y a sus ancianas madres para que pudieran verlo. En cuestión de algunas horas, las calles se habían cubierto de una multitud de personas que asombradas miraban al cielo. La mayoría se limitaba a mirar hacia arriba en silencio, algunos se quejaban de la tortícolis durante unos segundos y luego volvían a su posición de absorta estupefacción.
Todo parecía congelado en el tiempo, si alguien hubiera visto la escena desde arriba, miles y miles de personas en igual posición, mostrando sus caries al cielo, congelados, espectantes. Hasta que repentinamente todos esos ojos se llenaron de la más increíble expresión de terror.

Los que se encontraban debajo del espectáculo que se daba a 100 metros de altura trataron de huir, pero el amontonamiento no se los permitía. Los que se encontraban lejos se querían quedar a ver qué pasaba, y eso hacía imposible la huida de los otros. El pánico llenó las mentes de miles de personas que ahora solo golpeaban e intentaban pasar por encima del resto de sus congéneres, mientras que otros miles de personas se convertían en asesinos pasivos.
De pronto pasó lo que tenía que pasar, los elefantes comenzaron a caer de la diminuta telaraña, aplastando en la caída a los que allí estaban, y aplastando luego en su desesperada huida al resto de la gente.

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