6 de junio de 2008

3 viajes.

Relato de un viaje imaginario:

Viajaban rápidamente, guiados por un itinerario que les gritaba siempre que estaban llegando tarde al siguiente destino.
Tomaban fotos de cada lugar, gracias a sus nuevas cámaras digitales y a sus computadoras portables podían hacerlo infinitamente, y también recogían piedras en cada plaza.
Después de un par de semanas habían aprendido a sacar fotos pensando ya en su siguiente objetivo, y localizando alguna piedrita tirada en el piso. Generalmente las piedritas las encontraban en los rincones oscuros, allí donde la gente no mira por miedo a ver algún secreto escondido.

Al cabo de un mes sus ojos solo veían el visor de la cámara, y las piedritas las encontraban rápidamente con el olfato, donde fuera.
A los dos meses tuvieron que tirar al río una valija llena de piedras que había perdido el sentido y solo estorbaba y enlentecía el viaje.
Cuando volvieron apenas reconocieron sus casas y a sus parientes, pero al final lograron convencerse de que aquello era el hogar.

Al ver las fotos se emocionaron, y se prometieron visitar aquellos lugares... algún día.



Relato de dos viajes reales:

La noche del jueves pasado al viernes vajé a BsAs.
La noche del viernes me engripé y pasé todo el fin de semana en cama, así que lo único que vi de BsAs. fue el camino del Buquebus a lo de mi prima, porque el domingo denoche volví a Montevideo.
El lunes lo pasé en cama, así que por aburrimiento me puse a ver álbumes de fotos viejas. Entre otras cosas encontré las de mi cumpleaños de primero de liceo.
Nunca festejé mis cumpleaños, esta fue una de las pocas veces, y no tengo idea del por qué lo hice. Sospecho que sería para sociabilizar con mis nuevos compañeritos, pero quién sabe qué pasaría por la cabeza de aquel gordito con pocas luces que era yo a los 12-13 años.
Ese año cometí un error que comete todo el mundo alguna vez en su vida: Mezclar en un mismo ambiente personas de ambientes diferentes. Invité también a mis amigos de la escuela.

En una de las fotos, en la que aparecíamos todos los presentes en el cumpleaños, lo vi a Julio, mirando la cámara desde una segunda fila, medio tapado por el hombro de alguien de mayor estatura que él.
Julio era uno de mis 4 grandes amigos de la escuela. El cabeza, Ernesto, Julio y yo nos pasabamos los recreos enteros charlando de lo que fuera, jugando a la arrimadita o participando en los caóticos torneos de guerra de caballitos, en los que participaba toda la generación, y donde Ernesto y yo eramos campeones indiscutibles.
Julio era un tipo muy tranquilo, aunque me acuerdo de una vez que se trenzó a piñas con un tal M.B. y lo tapó a tortazos. Aparte de eso, un tipo muy tranquilo e inocente, al que alguna vez tomaban el pelo sabiendo que no habría consecuencias.
La ultima vez que lo vi en mucho tiempo fue en aquel cumpleaños.
Una vez en un 104 me encontré con Ernesto, y como no podía ser de otra forma, nos pusimos a hablar de aquellos tiempos. Me contó que del Cabeza no sabía nada, pero que Julio había estado metido en drogas hasta el cuello, robando para comprarlas y pasando alguna noche en la comisaría. Después de eso se metió al pare de sufrir, hasta que lo echaron por entrar "al templo" bajo los efectos de alguna cosa, peleandose a gritos con todo el mundo. Aparentemente no les interesó exorsisarlo a él.

A Ernesto lo volví a ver muchas veces por amigos en común, del cabeza no volví a saber nunca nada y a Julio lo volví a ver una vez.

Ese día yo iba distraido sentado en un 142, cuando alguien apoyó una estampita en mi falda. El que me daba la estampita era dueño de un rostro flaco y demacrado, con ojos celestes, redondos, saltones y fríos. El pelo largo y sucio, rubio, y una barba de un par de días sin afeitar. Me pidió una moneda y me di cuenta,
era mi amigo
Julio.